lunes, 8 de marzo de 2010

Una mirada en Las Islas...

Cuando vas caminando, miras hacia el frente para advertir los obstáculos que se pudieran encontrar a lo largo del trayecto. Sería envidiable que por la módica cantidad de diez pesos te mostraran la senda por la que has de transitar mientras vives en este mundo. Nuestro cuerpo es el medio atravez del cual persivimos el entorno. Gracias a él, nos mantenemos dentro de una relación activa siempre: desde que nacemos, hasta la hora de nuestra muerte.

Hoy me encontraba sentado en "Las Islas" ( gran área verde, parte del campus central de Ciudad Universitaria) disfrutando del viento, la sombra y el sol que ofrecía sin derecho de objeción, el día que transcurria a cuenta del tiempo. Me atrevo a compartiles que esos instantes son los que más disfruto en la vida: cuando te das un respiro dentro de tu esquema diario y dejas que por un momento la imaginación se maneje sin autoridad, inspirando ideas como la que me impulsó a escribir esto. El hecho es que en mi deleite por disfrutar el paisaje universitario tenía la mente en blanco, que de no haber sido por la intervención de un oportuno comerciante , hubiera mantenido su condición de neutralidad. Este curioso sujeto hacía gala de un lenguaje fluido y de una confianza envidiable dentro de su discurso obligado para lograr la venta, el cuál me recitó mientras exponía su mercancía en espera del "visto bueno" de parte del cliente, papel que me tocó desarrollar a mí.

La oferta era la siguiente:

== En la compra de una cajita (costo= $10) con 10 varitas de incienso (había una gran cantidad de aromas) te obsequiaba un rápido servicio de consulta de tarot profesional acerca del tema que yo propusiera. ==

Gracias al morbo que reaccionó dentro de mí y a la perspicaz acción de convencimiento del vendedor (cuya apariencia era joven y sobria: zapatos bien lustrados, pantalón de mezclilla, camisa negra, zaco tipo blazer café, bien afeitado, con un corte a ras, alto y fornido. No pareciera coincidir con la típica imagen de alguien dedicado a tales menesteres, dejado fuera de juego toda la parafernalia que eso implica, incluyendo la afamada bola de cristal) opté por adquirir el producto y el servicio de obsequio.


A falta de conocimiento de mercancía de origen indú (porque todo en las cajitas estaba escrito en caracteres árabes y otro idioma que no logré indentificar), elegí el incienso por discriminación de olores, confiando a mi olfato la desición más conveniente. Y en cuanto al peculiar servicio extra...


Me pidió que eligiera varias cartas de entre un mazo de tamaño y número considerables. Después de varias elecciónes, movimientos y posiciones, terminó de ordenar las cartas. Se mostró consentrado, o al menos eso expresaba su semblante, y después de un vistaso y algunas cuantos murmuros que no distinguí gracias a una dicción muy poco clara; se preparó para dictar el veredicto (yo había pedido que me hablara acerca de la escuela y el amor por simple curiosidad de cliché). Yo estaba sentado, y él adoptó la posición en cuclillas desde que empezó el proceso esotérico y dirigiendose a mí dijo algo parecido a esto:


-- La carrera que elegiste te acarreará problemas personales, estás confundido pues te esfuerzas mucho para conseguir lo que quieres... en cuanto al amor, eres feliz y nunca haz exigido nada que no te puedan dar pero haz tenido dificultades cuando a ti te exigen... sin embargo estás satisfecho con lo que haz logrado. Estas en una buena etapa de tu vida y se aproximan NUEVAS OPORTUNIDADES, RENUEVATE y no te encadenes a nadie aún... En ambos casos (escuela y amor) el futuro te pinta bien. --

Claro que yo les comparto mi interpretación de la interpretación del comperciante que interpretó las cartas jajaja. Todos podemos aumentar o reducir lo que realmente resultó de la "adivinación" en una gran cadena de teléfono descompuesto. Puede ser posible que haya omitido algo pero creo que en general eso es lo que me dijo.

¿Qué? ¿Quieres saber qué es lo que me dijo? Pues algunas cosas resultaron ciertas y otras tantas no lo fueron; sin embargo, hay algo que quiero rescatar y es precisamente ese elemento el que me motivó a escribir esta idea y compartirla contigo que ahora lees este debraye. Al final, cuando hizo mención de las nuevas oportunidades y cuando dijo algo acerca da la autorenovación, me quedé absorto en mis propios pensamientos y me limité a agradecer el inusual servicio y corresponder el amable "gracias por tu compra, que tengas buen día" de aquel hombre con una sonrisa ansiosa por terminar para dar paso a la tinta y el papel.

La razón por la cuál escribí esto se relaciona con el primer párrofo del texto. ¿Quién no quisiera saber qué es lo que va a pasarle dentro de algunos años, meses, días o incluso las horas siguientes, para estar preparado y tener todo lo adecuado a las ciscunstacias? Es verdad que hay una gran mayoría de personas capaces de pagar más de diez pesos a cambio de una plática que develara su futuro inmediato... pero pienso que hay algo que tenemos en común una masa aún mayor, y a efectos de una razón más estadística podría atreverme a decir que somos el 99.99% de la totalidad... ese GRAN FACTOR COMÚN que tenemos es que...

::.. atravez de la autorenovación personal TODOS somos capaces de generar nuevas
oportunidades dentro de nuestra propia vida. ..::

-- Todos cargamos con algún "detallito" que no nos deja ver más allá de nuestros defectos y nos limita al desarrollar nuestra capacidades: IDENTIFICA EL TUYO.

-- Confía... en tu familia o en tus amigos, en tu pareja o en quien más confianza tengas. Sé humilde y acepta su ayuda y consejo. NO DEJES DE SONREIR.

-- Al final, lo único que hay que hacer es arriesgarse, aventurarse, entregarse a lo desconocido para ENCONTRAR nuevas formas de ser mejor cada día y así abrir nuevas puertas, nuevas oportunidades. ATREVETE.

: EL CHISTE ESTÁ EN QUE UNO QUIERA :

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Después de la intensidad de los últimos parrafos me sentí en la necesidad de aclarar algo. Mi intención no es que mis palabras suenen a ley ni que me considere un terapeuta hecho y derecho sino que gracias a la costumbre de escribir aquí, quise volverlo algo productivo. Si cada vez que abres una pagina web te aparece publicidad inútil, superficial, violenta o sexosa, ¿porqué no usar este medio para algo que valga la pena? Uno nunca sabe. Tal vez haya aportado un buen consejo útil y simple en el momento correcto a tí que estas leyendo esto, y si no es el caso, lo mínimo que puedes hacer es dejarme un comentario en la parte de abajo...digo, si ya te chutaste todo esto pues, por lo menos, un saludo se agradecerá.

Para terminar. Esa tarde me volví diez pesos más pobre, a cambio me hice acreedor de 10 varitas de incienso de olor agradable, no encontré a la señorita Vite (después de verla correr atravez de las islas mientras yo efectuava mi compra) llegué tarde a mi clase de estadística y recordé un lindo y breve poema de Amado Nervo con el cuál me despediré; que precisamente nos recuerda que no es necesario pagar ni diez, ni mil, ni un millon de pesos a cambio de conocer nuestro futuro para "saber por donde pisar la próxima vez cuando las cosas se pongan difíciles" ya que nosotros mismos somos quienes construimos ese camino por el cuál andamos a diario.

Gracias, espero que lo disfruten.

At. Marco

EN PAZ
Amado Nervo

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,

porque nunca me diste ni esperanza fallida,

ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

-- --

Porque veo al final de mi rudo camino

que yo fui el arquitecto de mi propio destino;

que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,

fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:

cuando planté rosales coseché siempre rosas.

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...Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:

¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;

mas no me prometiste tan sólo noches buenas;

y en cambio tuve algunas santamente serenas...

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Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

lunes, 12 de octubre de 2009

Autobiografía

Con anterioridad, en algunos cursos me habían pedido una tarea similar, y digo similar por el contenido (ya que en vacaciones siempre hacia algo divertido) porque la orden, en sí, fue la misma: escribir una autobiografía.

Normalmente comenzaba diciendo “Los primeros recuerdos que tengo se ubican cuando estaba en el kinder bla bla bla…”, pero nunca me había puesto a pensar ¿porqué cuando en la escuela me pedían escribir una autobiografía tomaba como referencia a la escuela misma? No le estoy restando importancia a la escuela ni a las instituciones en donde he estado pero para uno como estudiante resulta ineludible el hecho de te formas dentro de una comunidad escolar durante muchos años. Es así que resulta lógico que si en la escuela te piden hacer una autobiografía tomes como punto de partida la historia de tu formación académica.

Pero… ¿Qué pasaría si en vez de tomar la formación académica como punto de partida, eligieras a la familia y a los momentos importantes de tu vida extraescolar como eje de tu historia? La historia cambiaría totalmente, no le daría la misma importancia a los logros o fracasos académicos y enfatizaría los momentos familiares. Tal vez hablo de manera egoísta, por un momento olvidé que hay millones de personas allá afuera que no han vivido lo que yo y que yo no he vivido lo que ellos... En esta autobiografía intenté centrar mis esfuerzos en equilibrar el relato de mis experiencias (familiares y escolares) y sintetizar lo más que se pueda la narración.

Hasta la fecha desconozco si existe alguien que tenga recuerdos de entre el primer y el tercer año de vida, así es que me saltaré esa parte, pero para no dejarla tan vacía diré que las anécdotas de parte de mis padres son graciosas y llenas de cariño (me tomaré el atrevimiento de decir que soy un hijo muy querido y eso me llena de felicidad). Las verdaderas historias comienzan en el kinder (como mencionaba al principio) por que fue en ese lugar en donde socialicé por primera vez sin que mis padres estuvieran presentes, ahora sé que en ese momento comenzó todo.

Recuerdo que dentro de la escuela había una improvisación de alberca de no más de 70cm de profundidad en donde, un día a la semana, se turnaban todos los grupos del kinder para chapotear y todo era diversión hasta que un día se me metió agua a la nariz y por primera vez sentí “que no la libraba”. Sin duda, hoy me da risa pero posiblemente ese haya sido el inicio del temor que tengo a nadar. También recuerdo las pequeñas siestas, el momento de los refrigerios, las premiaciones de la clase (la típica estrellita en la frente), el recreo y el mejor momento de todos: la salida. Tan esperada para reencontrarnos con nuestra mamá o con nuestro papá y empezar a platicarles durante el resto del día todo lo que había hecho en la escuela y cómo me había ganado mi estrellita.

Uno siempre recuerda tiempos felices pero hay veces que cuando recapitulas te topas con momentos amargos o si no amargos, de crisis (en el sentido de la palabra que se refiere al cambio, a una transición). No reniego de esos momentos, de hecho son los que más valoro. Sigo con gran ahínco esa frase popular que dice que hay que aprender se tus errores: “echando a perder se aprende”. En fin, ese periodo fue felicidad y diversión. Justo un año antes de entrar al kinder había nacido mi primer hermano.

Una vida familiar más compleja estaba comenzando. En mí nació el sentimiento de hermano mayor, de poner el ejemplo, de consentir a mi pequeño hermano y enseñarle cosas que lo ayudaran a superar los obstáculos que se le pusieran en el camino. Salí del kinder y entré a la primaria. Inició el primero de seis años que marcarían el primer lado de un contraste que se formaría más adelante…

En casa mis papás seguían apoyándome incondicionalmente, mi mamá metida de lleno en el hogar, cuidando de sus hijos y mi papá trabajando con horarios normales, ni excesivos ni tan cortos, siempre ha buscado la forma de estar con nosotros y seguir de cerca, muy de cerca nuestros estudios, cuidando que no desaprovechemos ninguna oportunidad… Visto desde este punto, pareciera que fueran los padres ideales, ¿no? Para mí lo son, ya que sin sus defectos y virtudes vertidos en una sola persona, en una sola pareja, no sería tan interesante como lo es el aprender de la imperfección. Cada uno de nosotros proyecta lo que vive en casa cuando sale de ella, así es que si conocen a alguien maleducado, sin consideración, o irrespetuoso no existe otra explicación mas que la de que, esa persona, en casa ha pasado por malos ratos. El tercer año de primaria estuvo marcado con la llegada de mi tercer y último hermano.

En el kinder empezaron amistades duraderas que hasta la fecha continúan vigentes y en la primaria no fue la excepción, me hice de dos buenos amigos: Mauricio y Moisés. También me dí cuenta que empezaba a inclinarme por cierto tipo de música y las niñas ya no me eran tan indiferentes. En casa todos estábamos despiertos, poniéndole entusiasmo para que todo estuviera bien. Yo tenía un nuevo hermanito pero el otro se sentía un poco solo. Creo que hasta el momento es raro comprenderlo, nosotros (toda la familia) lo queremos y él nos quiere pero a veces da la impresión de que no está conciente de qué tanto lo queremos y se llega a sentir abandonado por nosotros como aquellos días en los que dejó de ser el bebé para convertirse en “el del sándwich”.

Yo le llamo identidad familiar, así como cuando le dicen a una persona “eres alegre”, “eres responsable”, “eres gruñón”, etc. las familias también tienen esa identidad y la de mi familia se inició a partir de esos ayeres: Padre, madre y tres hijos con tres años de diferencia cada uno, una familia unida a pesar de todo.

En la primaria comenzaron los problemas, ¿se podría llamar problema a sacar diploma de primer lugar los seis años consecutivos, ser abanderado varias ocasiones y tener un promedio casi perfecto? Como ya lo había dicho, la primaria y la secundaria marcarían el inicio de un contraste parteaguas en mi vida. Los niños de mi salón me molestaban, fui tachado de barbero (terrible insulto para aquellos días) y de su tonto no me bajaban y lo peor de todo: la niña que me gustaba no me hacía caso. Era confuso, se supone que tenía que ser feliz porque sacaba las mejores calificaciones, la directora me reconocía, los maestros me tomaban en cuenta, mis papás estaban orgullosos... había algo que no checaba: los de mi grupo no me aceptaban, no estaba bien con nadie más que con mis dos únicos amigos. En ese momento me olvidé del asunto, seis años se fueron como agua y llegó el momento de emigrar a tierras más… ¡calientes! : La secundaria estaba a la vuelta de la esquina.

Terminé la primaria en las mismas condiciones que cuando la empecé: alumno ejemplar, buen hijo y hermano mayor y buen amigo (a Mauricio lo volví a ver hasta la preparatoria y a Moi nunca más le he vuelto a ver). La secundaria fue un cambio parcial de aires. Ya no quería que me vieran como el barbero del maestro, quería que me vieran más allá de mis calificaciones, quería que supieran que era un buen sujetillo, amistoso y alegre…como todos los adolescentes: quise formar parte de algo, lo necesitaba, un “algo” que me identificara, una identidad propia.

La adolescencia, eterna búsqueda de respuestas a preguntas tan sencillas que se van llenando de sentido al mismo tiempo que los años pasan.

No sé si decir que tomé las decisiones correctas pero describiré el anterior y el nuevo cuadro:

ANTERIOR. Niño pulcro, buenas calificaciones, reservado, buen hijo y educado.

NUEVO. Niño chamagoso, estudiante regular, alegre y relajiento, buen hijo y educado.

Ya no ponía tanto esmero en las tareas pero las clases todavía me parecían interesantes, la escuela de repente se convirtió en un campo lleno de retos porque el prefecto nos vigilaba a todas horas y nosotros tenemos la chispa de la imprudencia a todo lo que da en esa etapa, era difícil quedarse quieto, siempre buscaba la forma de provocar líos y salir bien librado de ellos (graffiti, las pintas, saltarse las clases, faltar al “orden institucional” de la escuela y de los maestros). Fueron tres años inolvidables y ahora no fue por las buenas calificaciones y la falta de amigos si no por todo lo contrario: las malas calificaciones (a comparación de la primaria….mi mamá no se lo explicaba), amigos a montón (no había ningún grupo que no me conociera…) y en el ámbito de la conquista femenina nunca ha sido mi fuerte pero estaba claro que el panorama había cambiado. Mis gustos musicales cambiaron súbitamente del pop al rock como consecuencia de un hallazgo en la casa de mi primo Ivan: un disco llamado “Solo para skañoles Vol.1” recopilado de varios grupos del género ska y “Tiempo Transcurrido” recopilado de los éxitos que hasta el momento acumulaba la banda de Café Tacvba. Me divertía a lo grande, comencé a darme mis libertades, no me importaba mucho el “qué dirán”, conocía más y más gente, simplemente pensé en que no podía haber otra cosa mejor, hasta que llegó el segundo año. Reprobé la primera materia de mi vida: Historia Universal II. Cuando mis papás se enteraron me querían comer vivo, no sabían cual sería el castigo correcto a tanta maldad (¿?). El día, cuando se enteraron de eso fue firma de boletas yo terminé llorando en el patio en un lugar alejado del público, escuchando los regaños de mi mamá y de lo único que me acuerdo que repliqué fue “¡ya no quiero ser calificado solo con números!”. No supe si mi mamá lo entendió en ese momento y yo no sé si lo que decía tenía coherencia y ya han pasado muchos años para reflexionar y tratar de entender lo que estaba pensando en aquel entonces.

Como alumno puedo argumentar que la maestra de historia no era buena por X o Y razón y que no me convencía su manera de enseñar la historia. Es lo más sólido que puedo decir. Era una señora prepotente y favoritista. Hoy orgullosamente puedo decir que pasé el extraordinario a la primera ronda y que me gusta la historia pero soy muy “exigente” a la hora de que me ponen un maestro enfrente. Lo mismo me pasó en la preparatoria y de nuevo con historia pero esa materia fue Historia de México II pero no quiero adelantarme a los hechos.

Superado el problema con la materia y la maestra de historia, tuve más precaución en mi último año y logré acreditar todas mis materias sin ningún retraso. La diversión continuó y yo seguía mi camino… es ahora cuando las cosas de verdad cambiarían para mí… la preparatoria me estaba esperando ansiosa…

En esta ocasión fue más dolorosa la despedida con los amigos por que eran demasiados y aparte los tramites escolares se encargarían de distanciarnos aún más: el examen del CENEVAL de ingreso a nivel medio superior. Algunos se quedaron en donde querían, algunos otros en su segunda opción y asi y otros tantos no tuvieron la oportunidad de entrar al bachillerato ese año y desafortunadamente algunos más decidieron no seguir estudiando. La vida me comenzaba a poner pruebas de verdad, pruebas que requerían valor, sentido común y amplio criterio al mismo tiempo, cabeza fría al tomar decisiones, y todas las ganas de salir adelante. En la secundaria sentí muy fuerte el regaño y el apoyo por igual de parte de mis padres pero en la preparatoria ya no había prefecto, podías salir y entrar a la escuela a placer, lo mismo con las clases: si pensé que la secundaria era buena, la preparatoria era mi sueño hecho realidad, simplemente la GLORIA. Misma gloria que terminó por consumir mi primer año: de once materias solo aprobé seis, irremediablemente tuve que repetir el año escolar y por consecuencia académicamente me atrasé.

Sin embargo, la secundaria me dejó con una inercia favorable, quiero decir que, ya antes había sentido esa libertad en cada poro de mi cuerpo… pero ahora poco a poco fui encontrando el modo para manejar tanta libertad. De igual forma, conocí mucha gente, muchísima más de la que hubiera pensado conocer, ya no eran personas de la colonia sino que ya venían de todas partes de la ciudad, inclusive, tuve un amigo que venía desde la entrada de la carretera a Cuernavaca, y yo quedaba atónito al compararlo con mi camino de apenas una hora hacia la escuela. Fue un “destape” mental impresionante.

Así se formó el otro lado del contraste parteaguas que comentaba hace unos momentos: dejé de pensar tanto en las consecuencias que tendrían mis actos y fui acumulando mis propias experiencias, aprendiendo de mis errores e intentando nuevas cosas sin importar el resultado, ya no era un niño ni un adolescente loco, ya estaba un poquito más adelante.

En casa todo seguía parecido solo que mis hermanos estaban en primaria y secundaria, siguiéndonos los talones unos a otros. La influencia de mi carácter hacia ellos era fuerte pero ellos también comenzaban a encontrar el camino para formar su propia esencia. Mis papás, bien como matrimonio, siempre han sido muy comunicados y en la comunidad parroquial pertenecen (desde que salí de la primaria, disculpas por la omisión) a varios grupos que buscan reanimar a los matrimonios interesados, para que le echen ganas de seguir adelante como pareja y aconsejándolos para superar las adversidades que se presentan en el matrimonio, así también como catequesis y varios servicios más. He de decir que en la iglesia he encontrado amistades firmes que también están presentes en estos días como mi amiga Maki y toda su familia, ella es la persona más importante que he conocido que no halla ido conmigo en la escuela. Comentaré que no soy un creyente ordinario, no soy devoto, y me desagradan los ritos. Creo en los principios que tienen en común las personas y que en varias iglesias (o religiones) también son comunes, soy fiel a la búsqueda del bien común y de la introspección reflexiva., me gusta vagar en mi interior y tratar de solucionarme a mi mismo sin tener a segundos o terceros de por medio.

En el segundo año de preparatoria lo pasé repitiendo las cinco materias que quedé a deber y esta vez no hubo ningún problema para aprobar. El año siguiente perecía que de nuevo sería seducido por el libertinaje y la vagancia pero logré resistir. Mis gustos comenzaron a variar todavía más: mi melomanía incrementaba sin distinguir géneros, la patineta y el futbol se hacían reglamentarios después de salir de clase, y las reuniones en casa de los amigos eren geniales. Parecía haber encontrado una especie de equilibrio pero la materia de Historia de México II apareció cuan verdugo en mis últimos momentos de vida. Por tratar de excusarme argumentaré que el maestro era un misógino de lo peor, acosador y prepotente. Fue la única materia que reprobé en el año y la arrastré al curso siguiente porque no pasé las dos primeras vueltas de exámenes extraordinarios.

Dentro de la escuela, la convivencia era simple, todos o casi todos pertenecían a una “bolita”: los que se sentaban en el asta, los de tal banca que esta en el patio, los deportistas, los punks, los porros, los del cubo, etc. Una persona era extraña y se consideraba introvertida al estar mucho tiempo en la biblioteca y andar por la escuela como “judío errante” sin tener a donde o con quien llegar (que tonta manera de ver las cosas, ¿no? pero así era en aquel momento). Yo tenía mi “bolita” y muchísimos más amigos en otras tantas, entendí que esa es una cualidad que me gané a pulso: la facilidad de entablar una amistad. En fin, me dí cuenta que había logrado lo que estaba buscando desde la secundaria, ahora le demostraba a los demás que se puede ser una buena persona a pesar de las apariencias, que el prejuicio no es importante y lo que de verdad importa es darse la oportunidad sincera de conocer a una persona. Pero ahora que había logrado ese objetivo ¿qué era lo que seguía?

El último año estaba apunto de terminar, había elegido materias del área cuatro: Humanidades y Artes. Fue una buena decisión, porque sé que en ninguna otra área encajaría bien, el área cuatro me recibió con los brazos abiertos y yo gustoso aprobé todas mis materias sin dificultad.; aún así había algo que me inquietaba demasiado… es trataba de la materia que debía del curso anterior. Este sería el segundo año que presentaría el extraordinario y si no lo aprobaba perdería el derecho a un grupo en la escuela y solo tendría la oportunidad de pasar esa materia a base de presentar solo exámenes extraordinarios dos veces al año. Y antes de contar que fue lo que pasó en ese periodo de exámenes tengo que hacer una nota de suma importancia: antes de finalizar ese ciclo escolar comencé con un hobbie que poco a poco se ha convertido en mi más grade pasión: un amigo me enseño a tocar la guitarra. A partir de ese momento la música se convertiría en mi pilar motivacional, la escuela pasó a un segundo plano.

No aprobé ni la primera ni la segunda vuelta del extraordinario de historia, en total ya habían sido cuatro veces y todas sin aprobar. Eso se traducía en una sola cosa: otro año escolar perdido, el quinto dentro del sistema de educación media superior. ¿Qué iba a hacer? No tenia nada preparado, ni siquiera una aspiración seria de entrar a la universidad…

Ya sin una solución inmediata, mis padres no tuvieron otro remedio mas que decir que me metiera a trabajar, lo hecho, hecho estaba.

Ese año dejé de ver a mis amigos de la prepa, de la secu, e inicié un nuevo ciclo: la etapa laboral. Ingresé a una tienda departamental de artículos de oficina y demás servicios como copicentro y renta de internet. Socialmente me sentía a gusto, no fue problema para mí resultarle agradable a toda la plantilla de no más de cuarenta personas, incluyendo a los altos mandos. Me desempeñé bien en todo lo que hacia, tanto, que me fueron cambiando de áreas conforme notaban que aprendía actividades nuevas. Escalé peldaño a peldaño hasta convertirme en supervisor del área de recibo de mercancías y su administración. Trabajé en ese lugar por un año y tres meses, mis recuerdos son gratos, las fiestas, los amigos, el fin de año, los amores, todo bien. Mi primer trabajo bajo contrato me permitió colaborar con los gastos en la casa y gozar de independencia económica y de cierta forma le daba gusto a mis caprichos y la música me invitaba a invertir en ella: a los dieciocho años me regalaron mi primera guitarra eléctrica.

En casa, mis hermanos en sus tareas escolares, mi mamá y papá en el hogar y el trabajo respectivamente, pero desde que comencé el trabajo empezaron también las presiones. Ellos querían que siguiera estudiando. Yo volteaba a ver mis opciones y pues no tenía tantas: mi pase reglamentado había sido condicionado porque para entrar a una carrera en C. U. tenía que tener un promedio mínimo de 8 y haber cursado en cuatro años el bachillerato como máximo, de lo contrario sería canalizado a una de las FES, reconocidas escuelas metropolitanas pero pues no me apetecía ingresar a ninguna solo por el hecho de que me lo exigían y aparte, todas me quedaban a más de hora y media de camino, lo cual resulta desgastante para cualquiera. Mi otra opción fue hacer el examen de admisión, ese al que tanto temen los estudiantes no matriculados en bachilleratos UNAM.

Después de haber estado todo ese tiempo en el trabajo, decidí darle un alto a las presiones y le dije mis padres que haría el examen de admisión. El momento de los exámenes extraordinarios en la preparatoria y la convocatoria para el examen de ingreso a la UNAM fue al mismo tiempo. Y así fue como sucedió:

Hice la primare vuelta de ambos y no acredité ninguno.

A mediados de año, realicé primero la segunda vuelta de la convocatoria a la UNAM y después la segunda vuelta del extraordinario de historia.

En el trabajo, mi coordinadora de Recursos Humanos ya estaba advertida de que en cuanto entrara a la universidad me iba a salir de trabajar porque los horarios me iban a ser imposibles de cubrir, además quería empezar esta nueva etapa con libertad. Los resultados de aquellas segundas vueltas nunca los olvidaré.

Recibí primero los resultados del examen de admisión: Aprobado. Había sido aceptado con ochenta y siete aciertos en la carrera de Pedagogía. ¿Por qué elegí Pedagogía? En ese momento pensé en encontrar una carrera de corta duración, sin muchas matemáticas en su programa y que se escuchara sencilla, el chiste era entrar a la universidad y desahogar las presiones de mis padres. Comencé las clases en la Facultad de Filosofía y Letras sin saber aún la calificación de la segunda vuelta de mi extraordinario de historia.

Agosto del dos mil siete, mis papás estaban felices, llevaba casi un mes de clases (que poco a poco me fueron enamorando de la carrera) cuando me llegó la noticia de los resultados del examen faltante: Aprobado. ¡Simplemente no lo podía creer! Pensé “todo está bien de nuevo”. La tranquilidad ha llegado. Ahora tengo que ver que pasa con mi inscripción…

La inscripción fue un detalle, grande. Mientras esperaba los resultados de la segunda prueba pasó el periodo de inscripciones y había visitado a la directora de la facultad para platicarle mi situación y ver de que manera podía regularizar mi estado académico, ella accedió a ayudarme “en todo” lo que estuviera a su alcance y me dijo que tenía que regresar con ella después de saber el resultado de mi examen de historia. Para cuando obtuve la calificación y el certificado fue demasiado tarde…

Cuando regresé con la Profesora Beatriz, le recordé mi caso y no supo darme una respuesta concreta y me estuvo dando “largas” durante una semana hasta que colmé su paciencia (porque la buscaba a diario) y fulminó diciendo “…mira, yo no te puedo ayudar en nada, Ve a Servicios Escolares en Rectoría y allí te dirán lo que tienes que hacer”. ¿No me puede ayudar? ¿Qué no eso era lo que me había prometido? Bueno, después de eso al día siguiente fui a Rectoría, entré a Servicios Escolares y las señoritas me lo dijeron sin más ni más: “En tu certificado aparece que terminaste la prepa en el mismo ciclo escolar en el que inicia la carrera. Es imposible inscribirte, de lo contrario estarías encimando los ciclos escolares y eso no se puede. Si quieres volver a entrar debes de hacer el examen de nuevo.” Dí las gracias por haberme atendido y salí sin decir más. Nunca regresé a despedirme de mis nuevos compañeros y ni si quiera por accidente me paré cerca de la escuela. No sé como describir el sentimiento que me invadió en esos momentos: una mezcla de enojo, envidia, coraje y frustración. El detalle curioso es que para ese entonces ya había renunciado a mi trabajo (pensaba que era un hecho, el quedarme a estudiar) y me quedé sin escuela y sin trabajo.

Vagué mentalmente y físicamente, no hacía nada, no me motivaba nada. Pero tenía necesidades, así que decidí volver a buscar trabajo para matar el tiempo mientras se me ocurría algo. En casa, me justifiqué con que la directora no había cumplido su promesa de ayudarme, pero ciertamente la culpa era solo mía y lo sabía pero delante de mis papás quería estar bien parado. Ante mis hermanos, quería dar la impresión de perseverancia y fortaleza ante los problemas pero yo no sabía que hacer, de repente me había quedado sin nada.

Encontré trabajo dos meses después, por ahí de octubre del mismo año como capturista de datos en un negocio familiar, un pequeño minisuper que se encontraba en la misma colonia donde vivía. El dueño era mi jubilado maestro de matemáticas de la secundaria. No me recordaba pero yo me presenté como uno de sus alumnos del último grupo al que le transmitió sus conocimientos como docente, me tenía consideración. La pasé bien, no había muchos empleados, el trabajo me quedaba cerca de mi casa, y no era pesado y mis papás se enorgullecían de que no me diera por vencido. En marzo del año siguiente, dos mil ocho, en una reunión con unos amigos de la secundaria (que tenía mucho tiempo de no haber visto) se nos ocurrió formar una banda para tocar canciones que nos gustaban y así se originó la primer agrupación musical a la que pertenecí. Desde que me obsequiaron la guitarra hasta ese momento había sido mi propio maestro. Traté de desarrollar mis habilidades a partir de lo que me había enseñado mi amigo en la prepa y ese fue el momento de dar el siguiente paso: quería ver de lo que sería capaz de hacer dentro de una banda.

Un mes después salió la convocatoria para ingresar a la UNAM. Cuando mis padres se enteraron, comenzaron las presiones de nuevo. Y lo intenté, con tal de que me dejaran seguir tocando mi guitarra.

Para cuando dieron los resultados, ya había tenido algunas presentaciones en fiestas de conocidos y nos había ido bastante bien. Me agradaba mucho ese ambiente pero cuando lo compartía con mis papás lo único que me decían era que tenía que seguir estudiando porque la música nunca me iba a dar de comer y que solo era un hobbie pasajero. Me dolieron sus palabras y a ese malestar se añadió la noticia de no haber aprobado ese examen. Me desanimé mucho y llegué a pensar que si me dedicaba a trabajar, ignorando a mis padres y me dedicaba a la música todo iba a estar bien.

A estas alturas era imposible despegar el ambito escolar de mi vida fuera de la escuela, todo giraba en torno a si estudiaba o no estudiaba. Hubo amigos, familiares y conocidos que me apoyaron, que me escucharon y me aconsejaron en no claudicar, “ese era el momento justo” decían. Y decidí intentarlo una vez más. Pero ahora con otra opción, la UAM. Junté dinero para presentar ambos exámenes. El de la UAM lo presenté justo después de haber concluido su huelga y no lo aprobé y la segunda vuelta del examen de admisión a la UNAM lo presenté un par de mese después. Me había prometido que si no lo pasaba sería la última vez, en julio del mismo año me uní a otra banda musical con otros amigos. Poco a poco la música iba llenando todos lo huecos que había en mí.

Llegó el día de los resultados: Aprobado.

Wow. No hay otra expresión. Me quedé impresionado: los mismos aciertos, la misma carrera, el mismo horario, pero un año después.

En mi casa me reconocían la perseverancia y el esfuerzo pero ciertamente mi pasión y alegría ya estaban enfocadas en otro lado…

Así fue como comencé el curso en agosto del dos mil ocho el primer semestre de la carrera. Seis materias, tres aprobadas. Del segundo semestre solo hubo dos aprobadas. Fue un año especial. Hay compañeros que piensan que soy un desobligado, flojo e irresponsable pero hubo otros que entendían que lo que hacia tenia una razón y que solo yo era capaz de resolver mis asuntos, no le daban importancia y aceptaron ser mis amigos y compañeros de clases. Hoy me encuentro cursando el tercer semestre y orgullosamente puedo decir que me encuentro satisfecho con la carrera. Las bandas de donde yo soy integrante han pasado por varias etapas pero siempre hacen que la música me llene y me apasione cada vez que hay una tocada, poco a poco mis habilidades van creciendo y cada vez me gusta más.

Hoy la música ocupa el primer lugar de mis prioridades, mañana tengo que ensayar en la tarde y hoy también pero decidí ir a clase para entregar esta tarea por que sé que quien la lea va a agradecer el esfuerzo y yo voy a agradecer la molestia de leerlo (o en la clase o en el blogg, da igual jajaja). La música es mi vida actual, la escuela es un hobbie para mí pero siempre me ha gustado aprender lo que sea cuando sea. Me gustan las clases.

Tardé casi siete horas (mas cuatro de sueño) en escribir esta autobiografía y ya se me hizo tarde para ir a clases. Durante este tiempo estuve platicando con mis hermanos y con mis papás. Mi vida me gusta, he superado las cosas que se anteponen a mi felicidad, la escuela sigue presente y mi familia sigue siendo la mejor, sigo descubriendo día con día amigos de verdad.

jajajaja … y ya hablando de otras cosas más seriasssss….pues haber cuando invitan la fiesta!!! jajaja